La toxoplasmosis en una enfermedad parasitaria, provocada por el protozoario Toxoplasma gondii que afecta al hombre y diversas especies de mamíferos y aves. En el ser humano la enfermedad puede presentarse en forma aguda o crónica, sintomática o asintomática, congénita o adquirida y así tanto en sujetos inmunocompetentes como inmunosuprimidos (1). La vía de contagio directa la constituye el contacto con la materia fecal del gato, adquiriendo los trofozoitos que migran a los distintos tejidos. Otras vías de infección pueden ser la transfusional (donde el parásito puede vivir hasta 40 días en sangre citratada), por placenta, por leche materna y por ingesta de carne mal cocida de mamíferos, donde anidan en los tejidos los quistes y pseudoquistes (2).
En pacientes inmunocompetentes se presenta en un 90% en forma asintomática. La primoinfección es particularmente importante durante el embarazo o cercano a él ya que si la madre contrae toxoplasmosis durante el embarazo, el feto puede sufrir serias consecuencias, ya que el parásito es trasmisible a través de la placenta. El recién nacido puede presentar la tríada clásica de hidrocefalia, calcificaciones intracraneales y corioretinitis o nacer asintomático y posteriormente desarrollar alteraciones oculares y retraso psicomotor. Por dicha razón es que resulta de suma importancia la detección precoz de la primoinfección de toxoplasmosis en pacientes embarazadas o que planean un embarazo a corto plazo (3).
En ausencia de manifestaciones clínicas agudas, el diagnóstico de una infección por Toxoplasma gondii se efectúa por marcadores serológicos: los anticuerpos IgG e IgM anti-T. gondii. Sin embargo el diagnóstico de una infección primaria de reciente adquisición no es fácil porque en el caso de la toxoplasmosis, los anticuerpos IgM pueden persistir en el suero por meses e incluso años (4). Existen investigaciones en la cual se ha acompañado a pacientes después de la fase aguda de toxoplasmosis detectando anticuerpos IgM hasta 2 años después de la fase inicial. Por esto, se requiere de una técnica complementaria para precisar el momento de la infección lo que es importante para tomar las medidas terapéuticas apropiadas durante el embarazo y prevenir los daños congénitos.
Actualmente, los tests de avidez de las IgG anti-toxoplasma representan el método más fiable para excluir una infección en los 4 meses anteriores al embarazo. El test determina la afinidad funcional de unión de los anticuerpos IgG anti-Toxoplasma gondii en respuesta a la infección. Los anticuerpos producidos durante la respuesta no primaria o en la fase tardía de la infección (después del 4to mes) tienen mayor avidez por el antígeno que aquellos producidos durante la respuesta primaria. Los tests de avidez deben efectuarse en la fase temprana de la gestación puesto que un resultado de alta avidez, después del 4to mes de gestación, no puede excluir que en una fase más temprana de la gestación haya tenido lugar una infección primaria con presencia eventual de anticuerpos IgG anti-T.gondii de baja avidez. La detección de alta avidez de IgG durante el primer trimestre del embarazo puede considerarse como buen indicador de una infección pasada .