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Te prensentamos a continuación seis síntomas que te pueden poner sobre aviso. Que los sufras -todos o algunos-, no implica que seas diabético, pero sí que deberías plantearte acudir a tu médico de cabecera por si acaso. 

1.- Sed permanente y continuas ganas de orinar. Es el primer síntoma. Si tienes sed a todas horas, y no hay manera de que la sensación se calme, y encima estás orinando continuamente, no extraigas la conclusión de que lo segundo es consecuencia de los primero y lo primero de haber comido algo muy salado. No. El culpable puede ser la excesiva glucosa en tu sangre. Si la insulina no circula por el torrente sanguíneo, el azúcar se queda en las venas y arterias y no pasa a los músculos, que es donde debe estar. Entra entonces en acción el riñón, que es quien ha de encargarse de eliminar el exceso de glucosa. Pero para hacerlo necesita agua, y el agua la saca el cuerpo de los tejidos en los que está acumulada. Orino mucho porque tengo mucha glucosa que eliminar, y por eso necesito más agua que el cuerpo me demanda con la sensación de sed. Es un bucle, porque tiene una explicación sencilla (orino más porque bebo más) cuando en realidad bebes más porque tienes mucha glucosa, pero no te das cuenta.

2.- Fatiga. Otro síntoma que, cuando sabes que tienes entiendes a la perfección, pero que en un primer momento te puede confundir. La fatiga puede deberse a muchas causas, cierto. Y la fatiga sin motivo, también. El diabético que desconoce que lo es se fatiga porque la ausencia de insulina impide llevar la glucosa al músculo. Y el músculo quema azúcar para funcionar. Por lo tanto, si me canso más de lo normal con cualquier ejercicio o actividad cotidiana.

3.- Comer, comer, comer y perder peso. Es otro de los bucles diabólicos de esta enfermedad cuando se desconoce que se tiene. Como no tienes insulina, tus células no reciben azúcar. Y si las células no reciben azúcar, que es su combustible, demandan que llegue cuanto antes y mandan al cerebro señales para que se lo dé. Y el cerebro, entonces, reacciona de la manera más rápida: demanda comida y manda estímulos para que el individuo sienta hambre. Y el enfermo que desconoce que lo es, come. Y come. Y come. Pero no solo nunca se sacia, sino que encima adelgaza. Peligro. Lo normal si uno come mucho -salvo que tenga problemas de tiroides-, es que engorde.

4.- Visión borrosa, es uno de los síntomas que, en un primer momento antes nos pueden avisar. La demanda de agua de los riñones que antes comentábamos hace que el agua que se necesita salga de cualquier tejido, y el cristalino es uno de ellos. El problema es que el cristalino es un tejido muy acuoso, y en cuanto pierde agua se resiente. Y la visión borrosa es su manera de avisar.

Esta anomalía no produce secuelas, pero tener diabetes y no cuidarse sí implica un riesgo para la salud ocular. Cuando hay exceso de azúcar en la sangre, los cristales de la glucosa tienden a fijarse en las paredes de venas, arterias y capilares. Y los capilares que alimentan el ojo son especialmente finos. Un cristal, por miscroscópico que sea, restando caudal a un capilar es un problema que puede derivar en graves consecuencias.

5.- Pequeñas heridas que tardan en curar. Otro de los avisos a los que hay que tomar muy en serio. La presencia de mucho azúcar en el torrente sanguineo retrasa de manera notable la cicatrización. La razón se desconoce a ciencia cierta, aunque la teoría más extendida es que ese exceso de azúcar interfiere en los procesos de curación y, una sangre muy dulce, es un buen caldo de cultivo para las bacterias. Sea como fuere, si una herida en el pie o en los dedos del pie, por pequeña que sea, tarda mucho en curar.

6.- «No siento las piernas» La frase precedente es una exageración, pero el hormigueo o el entumecimiento de las extremidades inferiores es otro de los síntomas que no debemos obviar nunca. Mucho azúcar en sangre adormece las terminaciones nerviosas, y donde primero se percibe es en las extremidades inferiores. La causa estriba en que en los pies tiende a concentrarse la sangre, ya que llega muy deprisa