Mi cerebro necesita azúcar. ¿Cuántas veces has oído esto? Una verdad a medias. Técnicamente, lo que nuestro cerebro necesita es glucosa, una sustancia que nuestro cuerpo produce a partir de proteínas y ácidos grasos o que obtiene a través de frutas, verduras y legumbres. Necesitamos alrededor de 130 gramos de glucosa al día para funcionar correctamente.
La propia OMS recomienda que, para tener una nutrición saludable, el consumo de azúcares libres debería ser el 5% de la ingesta calórica diaria, lo que equivale a unos 25 gramos por día –o, lo que es lo mismo, unos seis terrones de azúcar–. De lo contrario, médicos, nutricionistas y expertos en salud coinciden en señalar que podrían producirse algunos de los efectos nocivos que el exceso de azúcar procesado provoca en nuestro organismo.
- Aumento de peso y de la presión arterial. Nuestro cuerpo absorbe rápidamente estos azúcares, aumentando bruscamente la glucosa en sangre y liberando insulina en grandes cantidades, lo que estimula el almacenamiento de grasas. Esto, además, propicia la hipertensión.
- Malnutrición. Se ha comprobado que consumir excesivo azúcar nos hace reducir el consumo de proteínas, grasas, carbohidratos, minerales (como el hierro o el zinc) y vitaminas (como D y E). Son calorías vacías que llenan y no alimentan.
- Aumento del riesgo de Alzheimer. Diversos estudios revelan que una alta ingesta de azúcar diaria puede afectar nuestras facultades cognitivas y aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades como demencia o Alzheimer.
- Aparición de arrugas y acné. El azúcar produce AGE, unas moléculas que dañan el colágeno y la elastina, haciendo que a la piel le cueste más recuperarse y envejezca antes.
- Aparición de caries y deterioro de las cavidades dentales. Las caries se consideran una enfermedad crónica y aparecen debido a unas bacterias que se alimentan de los azúcares y que producen el ácido responsable del deterioro del esmalte dental.